La Amistad Filosófica


Durante siglos, de una u otra forma, se han expresado los más grandes elogios a la amistad. Lo han hecho así filósofos y literarios, poetas y hombres de todo tipo, hasta llegar a nuestros días en los que seguimos escuchando o leyendo aquello de la amistad como un vínculo sagrado.

Hoy en la actualidad, salvo excepciones, un “amiguismo” fácil e inconstante, propio de las circunstancias, como si fuera un artículo más de los tantos que consumimos.

Una persona se acerca a otra por los beneficios que pueda ontener, ampliando todo lo posible el límite de esos beneficios…

Lo que falta y queremos recuperar, porque sabemos que nunca ha dejado de existir, es la amistad filosófica, la que entraña un amor al conocimiento del uno al otro, lo que pasa por encima de los tiempos y las dificultades, la que genera lazos de auténtica fraternidad, aunque no haya vínculos sanguíneos de por medio. Por eso la definimos como filosófica, aunque no la llamemos así cotidianamente.

Es la que hace que dos o más personas traten de conocerse, es la que hace nacer el respeto, la paciencia y la constancia, es la que perdona sin dejar de corregir y la que impulsa a que cada uno sea cada vez mejor para merecer al amigo.

Es la que despierta el sentido de la solidaridad, del apoyo mutuo en todo momento, la que sabe soportar distancias y dolores, enfermedades y penurias.

La definimos como filosófica porque creemos que sólo compartiendo ideas comunes, metas similares de vida, idéntico espíritu de servicio y superación, puede nacer esa amistad que ni es planta de un día ni nube de verano.

Por eso nosotros los que aspiramos a la Sabiduría y la buscamos con voluntad inquebrantable hasta hallar sus trazos, podemos y debemos cultivar ese noble sentimiento volcándolo en aquellos que del mismo modo tratan de encaminar sus vidas.


Delia Steinberg Guzmán
Directora Internacional de Nueva Acrópolis

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